(Conejo Blanco, Buenos Aires, 2015, 72 páginas)
Originalmente El tango de las Amazonas tenía un guión distinto, que dibujó Massaroli para una editorial norteamericana, y muestra en su grafismo bastantes elementos de la escuela clásica de aquel país, mientras que en otros trabajos, como¡¡Juan Moreira!!, La Milonga de Orquídeo Maidana, La Vuelta de Obligado y ¡¡Facundo!!, su estilo es más suelto y está consustanciado con el espíritu de la historieta nacional. En un breve postfacio acerca de Oenlaoapunta: “echó sobre sus hombros sin vacilar la extraña y difícil misión de transformar un típico guión de acción, abiertamente colonialista, en un deslumbrante alarde de imaginación, humor y delirio creativo”.
Carlos Scherpa (conocido como Oenlao) es un guionista de libros de antologías en las que participan varios artistas. Entre ellos figuran Zona 2011, El facónde Almanegra, Tehuelches, Clones y Laberintos, Legionarios, los Perros de Roma y Leyendas del Norte argentino.
En una especie de prólogo, Massaroli se da el gusto debutar como letrista y concreta un simpático Tango de las Amazonas. Además, en los dos primeros cuadritos ambos autores emiten un concepto sobre el noveno arte contemporáneo a través de la conversación que mantiene un auxiliar de abordo con dos chicas hermosas: “Algunos pseudos intelectuales de la historieta armaron un complot en contra de la historieta popular”.
Las dos dulces mujeres (se llaman Mireya y La Yumba ) que viajan en ese avión se convierten, al arribar a la selva artificial del punto tripartito, en feroces brujas que cantan tangos, a quienes los lugareños confunden con dos espíritus haitianos: Erzili y Anaisa. Hay toda una corriente de satanismo que nutre las mentes malignas de unos mercenarios que operan en la zona. Como informa un personaje: “El tráfico de esclavos hacia América produjo un sincretismo entre las mitologías africanas y las creencias cristianas, más las religiones nativas”. Muchas escenas de acción –resueltas con calidad por parte del dibujante- terminan de encauzar esta novela gráfica hacia una aventura lunática, que adhiere a un nonsense de humor alocado.
Oenlao plantea un montaje paralelo, que se desarrolla siguiendo las peripecias de Mireya y de La Yumba y, a la vez, a los múltiples sucesos bélicos que ocurren en la selva del punto tripartito. Para su formulación recurre a numerosos textos explicativos que equilibra con viñetas mudas.
Massaroli desarrolla una magnífica exposición de planos que demuestra todo su oficio. Son restallantes los contrastes entre blancos y negros, que obedecen al entintado profesional e impecable del Estudio Géminis. También debe destacarse el diseño y color de la portada de Gustavo Lucero.
Para terminar esta nota nada más apropiado que acudir a las palabras autorizadas de Ariel Avilez, que en el prólogo dice: “¿Sabías que al momento de comprar este libro te ibas encontrar con uno de los más evidentes ejemplos de la famosa magia de la historieta?”
Germán Cáceres